DIRECTOR | Pedro Lazaga |
GUIÓN | Pedro Masó, Florentino Soria (Novela: Luis de Castresana) |
MÚSICA | Antón García Abril |
FOTOGRAFÍA | Juan Mariné |
REPARTO | José Manuel Barrio, Inma de Santis, Mª Fernanda D'Ocón, Ramón Corroto, Marcelo Arroitia-Jaúregui, José Montijano, Alicia Altabella |
PRODUCTORA | Pedro Masó P.C. / C.B. Films |
GÉNERO | Drama |
SINOPSIS | Durante la Guerra Civil española, un grupo de niños vascos, como muchos otros de toda España, fueron evacuados a países extranjeros para ponerlos a salvo de los bombardeos y los horrores de la guerra. Lejos de su hogar, varios de estos niños trataron de vencer las dificultades apoyándose los unos a los otros, a la vez que intentaban adaptarse a su nuevo país y a sus padres adoptivos. Pero sus mayores deseos y esperanzas pasaban por regresar a España. |
El otro árbol de Guernica ( 1968 )
La Memoria recobrada ( 2006 )
Título: PACK LA MEMORIA RECOBRADA
Título Original: LA MEMORIA RECOBRADAAño de producción: 2006Duración: 275 min.Clasificación: Todos los públicosDistribuida por: Divisa Home VideoDirector: ALFONSO DOMINGOPersonas que vivieron los difíciles años de la Guerra Civil y la posguerra, relatan la realidad de la que fueron protagonistas, acercándonos a experiencias que muestran un punto de vista especial, personal y diferente de la Historia.
Un repaso en cinco capítulos presentado por los escritores Manuel Rivas y Juan Madrid; los cantantes Pedro Guerra y Luis Pastor, y el cineasta Manuel Gutiérrez Aragón.
Los cincos documentales son: La Tempestad del 36, Los del monte, La carretera de la muerte (Málaga 1937), Huesos, Extremadura amarga
Un repaso en cinco capítulos presentado por los escritores Manuel Rivas y Juan Madrid; los cantantes Pedro Guerra y Luis Pastor, y el cineasta Manuel Gutiérrez Aragón.
Los cincos documentales son: La Tempestad del 36, Los del monte, La carretera de la muerte (Málaga 1937), Huesos, Extremadura amarga
Las Grandes Batallas de la Guerra Civil Española
Título: PACK LAS GRANDES BATALLAS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
Título Original: PACK LAS GRANDES BATALLAS DE LA GUERRA CIVILPaís: EspañaDuración: 800 min.Distribuida por: Llamentol
Descripción
(1936-1939) fue la última guerra de ideales. Antesala de la Segunda Guerra Mundial, sirvió de campo de pruebas para el desarrollo del nuevo armamento y tácticas militares para las grandes potencias.
Considerada la primera guerra moderna, marcó el inicio de una nueva forma de combatir. Por primera vez, también la población civil sufrió la guerra en la retaguardia, como consecuencia del bombardeo masivo de ciudades y pueblos.
Nombres de batallas como Jarama, el Alcázar de Toledo, Belchite o la Batalla del Ebro escribieron páginas fundamentales en la historia militar del siglo XX.
Contiene:
Dvd 1:
La batalla de Badajoz
El Alcazar de Toledo
Dvd 2:
La batalla de Madrid
Dvd 3:
La batalla del Jarama
La batalla de Guadalajara
Dvd 4:
La campaña del Norte
La batalla de Brunete
Dvd 5:
La batalla de Belchite
Teruel
Dvd 6:
La batalla del Ebro
Dvd 7:
Cataluña
La caída de Madrid
Dvd 8:
La población civil
La Lengua de las mariposas ( 1999 )
Producción española dirigida por José Luis Cuerda.
DIRECTOR | José Luis Cuerda |
GUIÓN | Rafael Azcona, José Luis Cuerda, Manuel Rivas (Novela: Manuel Rivas) |
MÚSICA | Alejandro Amenábar |
FOTOGRAFÍA | Javier Salmones |
REPARTO | Fernando Fernán-Gómez, Manuel Lozano, Uxia Blanco, Gonzalo Uriarte, Alexis de los Santos, Guillermo Toledo, Tamar Novas, Celso Bugallo |
PRODUCTORA | Sogetel / Las Producciones del Escorpión / Grupo Voz |
PREMIOS | 1999: Goya Mejor guión adaptado |
GÉNERO | Drama | Infancia |
SINOPSIS | Finales de invierno de 1936. En un pequeño pueblo gallego, Moncho, un niño de 8 años, se incorpora a la escuela tras una larga enfermedad. A partir de ese momento comienza su aprendizaje del saber y de la vida de la mano de su amigo Roque y de su peculiar maestro (Fernando Fernán-Gómez), que les inculca conocimientos tan variados como el origen de la patata o la necesidad de que las lenguas de las mariposas tengan forma de espiral. El 18 de Julio todo se romperá. En este nuevo marco, los valores y principios inculcados serán relegados, y la relación entre aprendiz y maestro se verá truncada. (FILMAFFINITY) |
CRÍTICAS | ---------------------------------------- "Conmovedora, bella pero durísima, triste y sin embargo llena de entusiasmo y de futuro. Una película de niños republicanos" (Eduardo Haro Tecglen: Diario El País) ---------------------------------------- "Hermosa, humanista, intimista, poética, costumbrista y finalmente estremecedora" (Carlos Boyero: Diario El Mundo) ---------------------------------------- "Un final que quedará mucho tiempo en nuestra memoria... lleno de buen cine y de capacidad de conmover" (Javier Rioyo: Cinemanía) |
Y llegó la Hora de la Venganza ( BEHOLD A PALE HORSE ) ( 1964 )
Producción estadounidense dirigida por Fred Zinnemann
Reproduzco el glob de Manuel:
SINOPSIS ARGUMENTAL.-
Manuel Artíguez (Gregory Peck), luchador en la Guerra Civil española en el bando republicano, vive exiliado en Francia, cerca de la frontera, desde donde, en su momento, hizo frecuentes incursiones a España, para realizar acciones de lucha armada contra la dictadura franquista. Estas han sido el blanco de las iras del capitán Viñolas (Anthony Quinn), cuya única obsesión es darle caza y vengarse, de esa forma, de los constantes agravios que su incapacidad para capturarlo, le reportan. La gravísima enfermedad (y posterior muerte) de la madre de Artíguez, servirán para que, pese a haber abandonado sus acciones de resistencia contra la dictadura, retorne una vez más a España, donde será blanco de una estratagema urdida por Viñolas para acabar con él; trama en la que tendrá una intervención esencial la figura del padre Francisco (Omar Shariff), que se debate entre las presiones de una Iglesia convertida en un poder fáctico vendido al régimen dictatorial, y sus convicciones morales, que le empujan a situarse del lado de los luchadores antifranquistas. Un cóctel explosivo que desembocará en un drama anunciado...
RESEÑA CRÍTICA.-
Que en la filmografía de un director como Fred Zinnemann (en la que figuran títulos tan legendarios como Solo ante el peligro, De aquí a la eternidad o Julia, por citar sólo los que resultan, quizá, más señeros) aparezcan, también, películas como esta Y llegó la hora de la venganza (Behold a pale horse, 1964) –indudablemente, una obra menor-, no hace más que confirmar la regla de la absoluta imposibilidad –en base a muy diversos factores: físicos, técnicos, anímicos, económicos...- de que un autor mantenga un nivel homogéneo de calidad cuando su carrera ha sido, como en el caso de Zinnemann, bastante prolífica.
Pero también nos confirma otra regla de cumplimiento sobradamente acreditado, que es la que nos indica que, incluso en esas obras que solemos calificar como menores, siempre asoman destellos de calidad y rasgos del genio creativo en los que se ponen de manifiesto los talentos del autor. Y así sucede en ésta que ahora nos ocupa, en la cual encontramos elementos que merecen (y muy mucho) la pena disfrutar.
En primer lugar, las interpretaciones de sus tres protagonistas, un auténtico trío de ases –Gregory Peck, Anthony Quinn y Omar Shariff- en momentos particularmente dulces de sus carreras, y que despliegan sus dotes al máximo nivel, bien exprimidos por un director que los explota a fondo con primeros planos largos y sostenidos de una profundidad introspectiva (y su consecuente intensidad dramática) muy fuerte. Un verdadero derroche de facultades actorales, que se constituye en uno de los puntos álgidos del film.
Otros elementos destacables son el ritmo narrativo, muy bien pausado; o la fotografía, en un blanco y negro “sucio” que imprime a la imagen una turbiedad muy apropiada al toque realista que se pretende transmitir; o algunas secuencias puntuales, de una brillantez tanto formal como de contenido realmente encomiable: la de la pelota que se aleja botando calle abajo, observada por Artíguez (G. Peck), que ve en ella (y nosotros junto a él) la alegoría de un destino inexorable, el suyo propio; o la de la conversación telefónica entre el capitán Viñolas (A. Quinn) y su esposa postrada en el lecho de enfermedad, en la que la contraposición de los tonos de ambos (entre hastiado y culpable, el de él; de abnegada resignación, el de ella), junto al juego de planos y contraplanos, con la presencia interpuesta de la amante socarrona y exigente, ofrece una composición memorable. Son, en definitiva, y como ya comenzaba apuntando, destellos de gran cine y notas muy brillantes en una partitura cuyo tono general no es tan elevado.
No obstante, donde la película falla, y lo hace de forma ostensible, es en la elección de su caracterización histórica. Obviamente, el cine de connotaciones históricas, bien sea por recreación (cine histórico, propiamente dicho) o por ambientación (cine de otro género, pero con un fuerte peso de componentes históricos; lo que comúnmente se dio en llamar, hace tiempo, “cine de época”), en tanto se trata de cine de ficción, no documental, dispone siempre de la posibilidad de jugar con “licencias narrativas” tan audaces como se pretendan, en función del nivel de infidelidad a la verdad histórica que el autor esté dispuesto a asumir. Dado que no estamos ante un film estrictamente histórico (su trama no está basada en hechos reales, sino que es ficticia), pero sí de los que indicábamos como de ambientación histórica, es importante el grado de credibilidad, o adecuación, de esta ambientación. Y el retrato que del contexto histórico (la posguerra española, con su dictadura interior y su exilio exterior) se hace peca de un excesivo pintoresquismo folklórico, que denota una escasa profundización en el conocimiento de ese mundo que se pretende que sirva de marco de referencia para el desarrollo de la acción, con una excesiva atención a determinados clichés y prejuicios más cercanos a los tópicos hemingwayianos sobre la España de la época que a una visión realista y ajustada de la misma. Esa actitud despótica del capitán Viñolas, guardia civil caballista y toreador con querindonga (y olé....), en la más rancia tradición del macho ibérico; ese estoicismo casi místico del refugiado Artíguez, héroe íntegro y sin fisuras morales, dispuesto a la lucha hasta sus últimas consecuencias; ese anticlericalismo visceral de los vencidos... Son elementos que, globalmente, ofrecen una imagen de un halo romántico innegable, que puede resultar tremendamente atractiva para alguien alejado de nuestro entorno (y poco conocedor del mismo), pero que a cualquiera con una mínima perspectiva histórica y un cierto conocimiento de tal realidad le permiten advertir (más allá de afinidades o discrepancias ideológicas que con tal visión se puedan mantener) una serie de graves distorsiones que terminan degenerando en la planitud de los personajes y en un planteamiento muy sesgado que si, en último extremo, no llega a lo panfletario se debe a su contención emocional y a algún apunte personal de contrapeso (como el del personaje del sacerdote, ese padre Francisco encarnado por Omar Shariff, situado en un punto de equilibrio, duro y difícil, entre la maldad –colectiva, de la Iglesia como institución- y la bondad –personal-), que la alejan del mismo borde de ese abismo.
Algún tópico (menos) y alguna complejidad moral en el dibujo de los personajes (más) no hubieran hecho de ésta, posiblemente, una gran película, pero sí hubieran contribuido enormemente a dotarla de un “músculo artístico” y unos valores por cuyas carencias más se resiente.
Manuel Artíguez (Gregory Peck), luchador en la Guerra Civil española en el bando republicano, vive exiliado en Francia, cerca de la frontera, desde donde, en su momento, hizo frecuentes incursiones a España, para realizar acciones de lucha armada contra la dictadura franquista. Estas han sido el blanco de las iras del capitán Viñolas (Anthony Quinn), cuya única obsesión es darle caza y vengarse, de esa forma, de los constantes agravios que su incapacidad para capturarlo, le reportan. La gravísima enfermedad (y posterior muerte) de la madre de Artíguez, servirán para que, pese a haber abandonado sus acciones de resistencia contra la dictadura, retorne una vez más a España, donde será blanco de una estratagema urdida por Viñolas para acabar con él; trama en la que tendrá una intervención esencial la figura del padre Francisco (Omar Shariff), que se debate entre las presiones de una Iglesia convertida en un poder fáctico vendido al régimen dictatorial, y sus convicciones morales, que le empujan a situarse del lado de los luchadores antifranquistas. Un cóctel explosivo que desembocará en un drama anunciado...
RESEÑA CRÍTICA.-
Que en la filmografía de un director como Fred Zinnemann (en la que figuran títulos tan legendarios como Solo ante el peligro, De aquí a la eternidad o Julia, por citar sólo los que resultan, quizá, más señeros) aparezcan, también, películas como esta Y llegó la hora de la venganza (Behold a pale horse, 1964) –indudablemente, una obra menor-, no hace más que confirmar la regla de la absoluta imposibilidad –en base a muy diversos factores: físicos, técnicos, anímicos, económicos...- de que un autor mantenga un nivel homogéneo de calidad cuando su carrera ha sido, como en el caso de Zinnemann, bastante prolífica.
Pero también nos confirma otra regla de cumplimiento sobradamente acreditado, que es la que nos indica que, incluso en esas obras que solemos calificar como menores, siempre asoman destellos de calidad y rasgos del genio creativo en los que se ponen de manifiesto los talentos del autor. Y así sucede en ésta que ahora nos ocupa, en la cual encontramos elementos que merecen (y muy mucho) la pena disfrutar.
En primer lugar, las interpretaciones de sus tres protagonistas, un auténtico trío de ases –Gregory Peck, Anthony Quinn y Omar Shariff- en momentos particularmente dulces de sus carreras, y que despliegan sus dotes al máximo nivel, bien exprimidos por un director que los explota a fondo con primeros planos largos y sostenidos de una profundidad introspectiva (y su consecuente intensidad dramática) muy fuerte. Un verdadero derroche de facultades actorales, que se constituye en uno de los puntos álgidos del film.
Otros elementos destacables son el ritmo narrativo, muy bien pausado; o la fotografía, en un blanco y negro “sucio” que imprime a la imagen una turbiedad muy apropiada al toque realista que se pretende transmitir; o algunas secuencias puntuales, de una brillantez tanto formal como de contenido realmente encomiable: la de la pelota que se aleja botando calle abajo, observada por Artíguez (G. Peck), que ve en ella (y nosotros junto a él) la alegoría de un destino inexorable, el suyo propio; o la de la conversación telefónica entre el capitán Viñolas (A. Quinn) y su esposa postrada en el lecho de enfermedad, en la que la contraposición de los tonos de ambos (entre hastiado y culpable, el de él; de abnegada resignación, el de ella), junto al juego de planos y contraplanos, con la presencia interpuesta de la amante socarrona y exigente, ofrece una composición memorable. Son, en definitiva, y como ya comenzaba apuntando, destellos de gran cine y notas muy brillantes en una partitura cuyo tono general no es tan elevado.
No obstante, donde la película falla, y lo hace de forma ostensible, es en la elección de su caracterización histórica. Obviamente, el cine de connotaciones históricas, bien sea por recreación (cine histórico, propiamente dicho) o por ambientación (cine de otro género, pero con un fuerte peso de componentes históricos; lo que comúnmente se dio en llamar, hace tiempo, “cine de época”), en tanto se trata de cine de ficción, no documental, dispone siempre de la posibilidad de jugar con “licencias narrativas” tan audaces como se pretendan, en función del nivel de infidelidad a la verdad histórica que el autor esté dispuesto a asumir. Dado que no estamos ante un film estrictamente histórico (su trama no está basada en hechos reales, sino que es ficticia), pero sí de los que indicábamos como de ambientación histórica, es importante el grado de credibilidad, o adecuación, de esta ambientación. Y el retrato que del contexto histórico (la posguerra española, con su dictadura interior y su exilio exterior) se hace peca de un excesivo pintoresquismo folklórico, que denota una escasa profundización en el conocimiento de ese mundo que se pretende que sirva de marco de referencia para el desarrollo de la acción, con una excesiva atención a determinados clichés y prejuicios más cercanos a los tópicos hemingwayianos sobre la España de la época que a una visión realista y ajustada de la misma. Esa actitud despótica del capitán Viñolas, guardia civil caballista y toreador con querindonga (y olé....), en la más rancia tradición del macho ibérico; ese estoicismo casi místico del refugiado Artíguez, héroe íntegro y sin fisuras morales, dispuesto a la lucha hasta sus últimas consecuencias; ese anticlericalismo visceral de los vencidos... Son elementos que, globalmente, ofrecen una imagen de un halo romántico innegable, que puede resultar tremendamente atractiva para alguien alejado de nuestro entorno (y poco conocedor del mismo), pero que a cualquiera con una mínima perspectiva histórica y un cierto conocimiento de tal realidad le permiten advertir (más allá de afinidades o discrepancias ideológicas que con tal visión se puedan mantener) una serie de graves distorsiones que terminan degenerando en la planitud de los personajes y en un planteamiento muy sesgado que si, en último extremo, no llega a lo panfletario se debe a su contención emocional y a algún apunte personal de contrapeso (como el del personaje del sacerdote, ese padre Francisco encarnado por Omar Shariff, situado en un punto de equilibrio, duro y difícil, entre la maldad –colectiva, de la Iglesia como institución- y la bondad –personal-), que la alejan del mismo borde de ese abismo.
Algún tópico (menos) y alguna complejidad moral en el dibujo de los personajes (más) no hubieran hecho de ésta, posiblemente, una gran película, pero sí hubieran contribuido enormemente a dotarla de un “músculo artístico” y unos valores por cuyas carencias más se resiente.